La fotografía en las obras de Augusto Ferrari

El encargo para decorar la Iglesia de San Miguel Arcángel le llevó al artista y arquitecto Augusto Ferrari cinco años (1917-1922). En ese espacio de recogimiento y oración, puso en marcha un plan integral que incluyó desde la reforma de la fachada hasta la decoración interior del edificio.

En los estudios previos para las pinturas que realizaría, la fotografía fue un recurso fundamental. Si bien estas imágenes son un valioso testimonio para reconstruir las vivencias durante el proceso de trabajo, en Augusto Ferrari el uso de la fotografía era una práctica habitual, como para otros artistas lo eran los bocetos y los croquis. 

Primero, teniendo en cuenta la estructura arquitectónica de la iglesia, y antes de efectuar la toma, delimitaba los encuadres y guiaba a los modelos en extrañas posturas ‒planeadas de antemano‒ para recrear distintos episodios del Antiguo y del Nuevo Testamento. Transformaba el taller en un gran palco escénico, donde se construían las distintas escenografías. 

Después, el artista se apropiaba de las imágenes ya reveladas sobre papel y las intervenía con trazos en rojo y negro. Cada una era así portadora de las huellas de la faena: marcas de clavos, manchas y roturas. También eran soporte del trazado de cuadrículas, un método que le permitía traspasar el dibujo al paño murario agrandando la imagen proporcionalmente sobre la bóveda. 

Pero las fotografías no solo fueron un medio para proyectar sus pinturas murales, sino que también le permitieron llevar adelante sus búsquedas estéticas. Es el caso de la serie Desnudas, para la que Augusto Ferrari convocó a campesinas como modelos durante un viaje a Venecia. 

No era la primera vez que tomaba el cuerpo desnudo como uno de sus objetos de estudio. Fotografiadas en momentos íntimos como el baño o la toilette, las mujeres lucen mantos que cubren parcialmente sus cuerpos o se presentan sin ropas, en diálogo con la naturaleza y con una gran dosis de sensualidad. Ellas son vistas a través de la cámara de Augusto Ferrari, testigo al igual que nosotros de esos breves momentos privados.

 

Patricia V. Corsani

Área de Investigación

Museo Nacional de Bellas Artes